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Comportamientos que envenenan


Al igual que existen productos tóxicos, alimentos y otros elementos, o incluso ambientes tóxicos, existen personas tóxicas o, más concretamente, comportamientos tóxicos que como tal nos “envenenan” y nos afectan negativamente. Estas personas son individuos comunes y corrientes, como tú y como yo, que se encuentran entre nosotros y con los que interactuamos cada día. Lo que se ha dado en llamar “vampiros emocionales”, “vampiros energéticos” o “gente tóxica” son personas que, a través de sus comportamientos, consiguen afectar nuestra energía y en ocasiones incluso acabar con gran parte de ella.

Todos nos hemos topado alguna vez con una de estas personas; probablemente mientras lees esto no se te ocurra pensar que alguien que se comporta de forma tóxica pueda estar cada día cerca de ti sin que te hayas dado cuenta pero, casi con seguridad, cuando hayas terminado de leer el artículo podrás identificar a más de una.

Identificar para conocer

La “persona tóxica” (la llamaremos así para simplificar, aunque habrá que tener en cuenta que lo tóxico no es el individuo en sí sino un comportamiento determinado) puede ejercer una enorme influencia en su entorno o sobre una persona concreta sin que ésta se percate siquiera; bajo el influjo de estos individuos nos sentimos cansados, oprimidos, deprimidos o coartados sin que sepamos por qué.

Protegernos de ellos es muy importante, ya que no se trata simplemente de evitar el mal momento que nos pueda hacer pasar una de estas personas, sino de un efecto que va más allá de la interacción. Según Daniel Goleman en su obra “Inteligencia social”, nuestros intercambios sociales (ya sean con la pareja, la familia o amigos, compañeros de trabajo o incluso desconocidos) moldean la estructura física del cerebro a nivel celular, afectando a las células de todo el cuerpo y pudiendo llegar a causar alteraciones incluso a nivel genético. Esto se debe a que, durante la interacción, segregamos hormonas que afectan a nuestro organismo y que provocan efectos positivos o negativos dependiendo de la calidad de las relaciones.

El efecto de la gente tóxica sobre su entorno es como un veneno que absorbemos sin darnos cuenta. Su influencia es poderosa e implacable, pero no infalible; sabiendo identificarlos seremos conscientes de su influencia y podremos neutralizar el efecto negativo que causan en nosotros.

Identificar a los tóxicos no es difícil si somos capaces de observar con detenimiento y analizar el comportamiento de las personas a nuestro alrededor. Puede tratarse de una persona que conozcamos de toda la vida o una de la que apenas sepamos nada; alguien que nos parece agradable o desagradable en el trato; con quien tengamos una relación cercana o distante; inteligente o poco despierto; de cualquier edad, género, estatus o entorno social… ¿Cómo podemos identificar a alguien que podría ser “cualquiera”? En realidad no es tan difícil: nos hace sentir mal.

Hay personas en cuya compañía nos sentimos bien, podríamos pasar horas junto a ellas, charlando, trabajando, haciendo cualquiera de las actividades que realicemos con ellos, sin embargo hay individuos por los que sentimos lo contrario, por algún motivo (que muchas veces desconocemos) junto a ellos nos sentimos incómodos, o tensos, nos dejan agotados al cabo de un rato en su compañía o incluso solemos rehuirlos, sin que tengamos nada en particular en contra de ellos. Este es un signo de que nos encontramos en contacto con un tóxico y de que, por tanto, nuestra energía se está viendo mermada o de alguna forma alterada por esa persona.

La siguiente tipología nos puede ayudar a identificar y a conocer mejor a esa persona que tratamos cada día y que podría estar envenenándonos.

El invisible

Es difícil de reconocer porque su apariencia es inocua e incluso en ocasiones inocente, pero lo detectaremos por sus mensajes dobles; dice algo positivo pero el significado de su comentario está destinado a herir, sus palabras no concuerdan con sus gestos y su intención: una sonrisa cínica, la mirada desviada, los brazos cruzados o una ceja alzada, gestos sutiles que delatan el verdadero sentido de su mensaje. Es la amiga que elogia tu vestido con una sonrisita, o el familiar que con el comentario inocente en público pone en evidencia tus asuntos personales.

Esto no quiere decir que podamos simplificar hasta el punto de creer que cualquiera que alza la ceja por costumbre o suele charlar cruzado de brazos es un tóxico encubierto, observemos el comportamiento y los gestos sutiles en combinación con el mensaje, pero no caigamos en el error de ver más de lo que realmente hay.

El negativo

Es el tipo de persona que lo ve todo negro y, por supuesto, nos lo hace saber. Si tienes uno cerca y te atrapa, gastarás una gran cantidad de energía argumentando sobre el lado positivo e intentando subirle el ánimo mientras tus razonamientos bienintencionados chocan una y otra vez contra el muro de su pesimismo, dejándote exhausto y sin más argumentos.

Cualquier persona puede tener una mala racha y ser proclive, debido a su situación actual, a ver las cosas de forma negativa; no hablamos aquí de ese tipo de persona sino del que siempre ve las cosas desde el lado oscuro y airea su pesimismo impregnando el ambiente de energía negativa.

El crítico

Es esa persona para la que las cosas nunca están bien hechas, encuentran defectos en todo y nada es lo suficientemente perfecto. Si tienes la “suerte” de tener a uno de estos individuos como jefe, nunca darás la talla, no importa cuánto te afanes por hacerlo todo bien, él/ella te hará saber en qué has fallado, aun en los detalles más nimios. Cualquier persona con conocimientos suficientes puede hacernos una crítica constructiva que nos será de ayuda para mejorar nuestro trabajo, nuestra actitud o cualquier cosa susceptible de mejora (incluso aunque a veces nos cueste aceptar ciertas críticas); el tóxico al que nos referimos aquí no está interesado en ayudarnos a mejorar con un comentario constructivo, está interesado en sí mismo y en colocarse (a sus ojos) en una posición de superioridad sobre la persona que recibe la crítica.

El pendenciero

Tratar a estas personas es como caminar por un campo de minas, suele darnos la impresión de que hay que tratarlos con especial cuidado, pues con la más leve chispa ellos encienden un fuego arrasador; siempre están dispuestos a iniciar una discusión y se vuelven incluso agresivos con facilidad. Para aplacar este fuego lo mejor es no seguirles el juego, pues un paso en falso en la interacción con estos individuos liberará al instante toda la carga tóxica que llevan dentro y caerá irremediablemente sobre nosotros.

El indefenso

Esta persona cree necesitar que la protejas y la apoyes constantemente; dejando su protección a tu cuidado evita tomar responsabilidad sobre su propia vida. Los tóxicos del tipo indefenso se “cuelgan” de su víctima aligerando su peso y cargando de más a la otra persona. El indefenso sin embargo tiene sus armas, y si siente que en un momento dado no le has prestado suficiente apoyo o no has respondido de la forma en que él/ella espera de ti, te castigará implacablemente pero de forma sutil y con un gesto inocente en el momento en que seas tú quien necesite ayuda.

El sarcástico

Como su nombre indica, el sarcasmo es el arma de este tipo de personas y de él se valen para atacar. Por supuesto no debes molestarte con ellos por ser blanco de sus burlas porque se trata de una broma inocente, pero su humor te tocará donde más duele ya que son expertos en encontrar los puntos débiles de sus víctimas. Todos hemos “aguantado” en algún momento un comentario jocoso que no era acorde con nuestro sentido del humor, pero no hablamos aquí de distintas visiones de lo que es gracioso o no, sino del individuo que tiene por costumbre herir las sensibilidades usando el sarcasmo para divertirse a costa de otros, cruzando la línea a sabiendas de que su comentario molestará.

El desgracias

Estas personas son las que siempre encontramos hablando sobre desgracias; catástrofes, enfermedades, muertes y otros hechos funestos son sus temas fijos de conversación. Además de resultar a la larga deprimentes, la energía de estos individuos acaba por afectar nuestra energía de forma muy negativa si no nos protegemos contra ellos.



El acelerado

Es la típica persona que tiene siempre los nervios a flor de piel; no se trata de una situación de estrés sino de una forma de vida, viven estresados y provocan caos a su alrededor. Normalmente estas personas se consideran a sí mismas eficientes pero la mayoría de las veces no solo no lo son sino que dificultan que otros lo sean, pues extienden su energía acelerada a su alrededor creando desorden y nerviosismo, desestabilizando a todo el que se encuentre cerca de ellos. Una persona de este tipo en una posición de poder puede llegar a causar mucho daño en el equipo a su cargo, ya que su toxicidad se traduce en una falta de organización que llevará a su personal a trabajar el doble y con más estrés del necesario para compensar sus deficiencias organizativas.

El controlador

Es esa persona que, casi siempre por su propia inseguridad, no es capaz de confiar en que los demás harán su parte correctamente; tienen que controlarlo todo, a cada momento y cada pequeño detalle. Este tipo de persona puede llegar a ahogarnos mientras ejerce su control, lo que afecta negativamente a nuestra energía ya que nos impide “movernos” con fluidez y “respirar” con normalidad.


Otros tipos

La tipología de toxicidad no termina aquí, se pueden citar además al sabelotodo, el narcisista, el instigador, el mentiroso compulsivo, etc… En esencia todos son el mismo: esa persona que con su comportamiento te hace sentir mal, o saca lo peor de ti, te oprime o te desequilibra sea de la forma que sea.

La mayor parte de ellos no lo hacen intencionadamente, no están ahí para hacerte sentir mal “a ti”, se trata más de ellos en realidad que de ti… Que desarrollen comportamientos tóxicos no significa que sean malas personas, pero tampoco significa que tengamos que absorber su toxicidad y sufrir por su forma de interaccionar con el mundo. Podemos y debemos protegernos por el bien de nuestra propia salud, por nuestro equilibro, pero ¿cómo hacerlo?

Neutralizar los comportamientos tóxicos


La solución contra los tóxicos depende del tipo al que nos estemos enfrentando y de la clase de relación que tengamos con esa persona; probablemente podamos alejarnos de un conocido al que nos encontramos de vez en cuando y con quien mantenemos un contacto casual, pero querremos una solución distinta para salvar una relación importante con una persona que, aun comportándose de forma tóxica, no queremos fuera de nuestra vida.

Sea cual sea el caso, es primordial observar nuestras interacciones e identificar los focos tóxicos. Una vez sepamos a lo que nos estamos enfrentando, es importante tratar de mantener el equilibrio en nuestro interior. El equilibrio es en realidad la base, ya que los comportamientos tóxicos tienden a desestabilizarnos, nos hacen perder el centro y ésa es la base de la “intoxicación”.

Para mantener el equilibrio debemos cultivar una actitud mental positiva, enfocarnos en lo bueno de nuestras vidas puede ayudar a neutralizar los ataques de negatividad de algunos tipos de tóxicos. Mantener el sentido de humor es siempre una buena opción, ya que nos ayuda a mantenernos positivos y a relajar las tensiones provocadas por la situación; añadir tensión a una ola tóxica dirigida contra nosotros solo incrementa la toxicidad y nos atrapa en una espiral de negatividad.

Cualquiera que sea la situación, dar vueltas y vueltas al problema es lo peor que podemos hacer, pues nuestra mente acabará sobredimensionando lo que nos está pasando y añadiremos sufrimiento mental a esa circunstancia. Por mal que lo estemos pasando debido al comportamiento tóxico de alguien que tratamos diariamente, siempre podemos (aunque a veces creamos que no es posible) alejarnos emocionalmente de la situación y mantener intacto nuestro centro.

Cuando estamos inmersos en una situación negativa la mente nos dice que estamos atrapados, que no hay otra opción que el sufrimiento, pero no somos esa mente ni estamos atados a sus razonamientos, somos mucho más que eso y tenemos el poder de elevarnos por encima de los pensamientos para ver el panorama desde otra perspectiva.

Para desconectarnos emocionalmente de la situación o de la persona misma y su comportamiento contaminante, podemos valernos de una visualización. Cuando nos dejamos afectar por una persona creamos un vínculo que nos une energéticamente a él/ella; la visualización consiste en imaginar que ese vínculo es un cordón de luz que se extiende desde nuestro plexo solar hasta esa persona, y que pasando nuestra mano por delante cortamos ese cordón y nos liberamos del vínculo. Una vez cortado el cordón, esa persona ya no tiene poder ni influencia alguna sobre nosotros, nos hemos liberado del vínculo que nos unía a ella.

Por supuesto una técnica para evitar la influencia de una persona tóxica es alejarnos de ese individuo, cortar el contacto o reducir las interacciones con él/ella al mínimo. Aunque, como decíamos anteriormente, puede ocurrir que no queramos desligarnos de esa persona; en ese caso la comunicación es esencial, si la relación es importante para nosotros lo mejor será un sano diálogo en el que, con amabilidad y honestidad, hagamos saber a la otra persona cómo nos hace sentir su comportamiento y de qué forma repercute en la relación.

Otra técnica es la del espejo, que consiste en comportarse de manera que el tóxico vea reflejado su comportamiento y se dé cuenta de cómo nos está afectando. Por supuesto a veces la persona tóxica no se da cuenta de que está viendo un reflejo de su propio comportamiento y podríamos incluso conseguir una reacción opuesta a lo que pretendíamos, pero nuestra intuición nos dictará con qué personas valdría la pena intentarlo y con cuáles sería totalmente inútil.

Estas son solo algunas ideas para protegernos y neutralizar los comportamientos tóxicos; reconocer a lo que nos estamos enfrentando es en realidad la mitad del trabajo, ya que en el momento en que lo identificamos empezamos a comprender la situación y ahí está la clave para descubrir la forma de luchar contra ello, o de aceptarlo.

Recordemos que no está en nuestras manos cambiar a estas personas tóxicas, intentarlo solo nos hará desperdiciar energía inútilmente y probablemente solo conseguiremos un cambio temporal e ilusorio, si es que conseguimos algo. Lo único que realmente tenemos poder para cambiar es nuestra reacción, nuestra forma de afrontar la situación en la que nos hallamos. Quizá nos pueda servir tener en mente que todo sucede por un motivo (aunque en ese momento no lo entendamos porque solo disponemos de una parte de la información) y que las personas que más afectan nuestras vidas son las que más nos ayudan a avanzar, a superarnos a nosotros mismos y a esforzarnos por conseguir el equilibrio interior.

Identificar nuestra propia toxicidad

Hemos estado mirando a nuestro alrededor, analizando comportamientos e identificando a esas personas que con sus maneras tóxicas nos afectan negativamente. Pero hemos de mirar también hacia dentro, observar la forma en que interactuamos y descubrir qué tipo de toxicidad hay en nosotros, porque probablemente estemos intoxicando tanto como estamos siendo intoxicados, y es tan importante sino más conocer a ese “vampiro emocional” que llevamos dentro.


Resentimiento vs compasión

No solo porque nosotros mismos podemos ser una de esas personas “venenosas” sino también porque en su mayoría no son conscientes del efecto de su comportamiento, no deberíamos guardar resentimiento o sentimientos negativos hacia esas personas que diariamente nos intoxican sino compadecerlas. La persona que nos agobia y nos deprime con su constante negatividad es víctima de esa tendencia pesimista y sufre por verlo todo negro; el que nos asfixia con su afán de control sufre su falta de seguridad y constantemente teme perder el control; el que se apoya en otros para sobrevivir sufre su debilidad y el miedo a caminar sobre sus propias piernas; el crítico nunca consigue la ansiada perfección y padece constantes decepciones; el desgracias nunca es feliz y vive en la pena, en el dolor y en el miedo al desastre…

Nosotros, conscientes de lo que estos patrones pueden ocasionar en el entorno, en los demás y en nosotros mismos, somos capaces de revertir los efectos negativos y conseguir el equilibrio interior, estar en paz con nosotros mismos y ser felices en cualquiera que sea la situación que nos encontremos. Caminar entre agentes tóxicos protegidos y tranquilos, sin que sus efectos nocivos enturbien nuestro brillo, es cuestión de conciencia y de hacer uso de nuestra fuerza interior, mantener la estabilidad y seguir caminando sin perder la sonrisa.